Por Crístian Ramón Verduc
30/03/2021
"Años de gritos alzados, por nuestra soberanía"

Recuerda el Profesor Héctor Yocca Acuña en la chacarera Hay una herida que sangra, con música de Guillermo Orellana. Desde 1833, las autoridades nacionales con sede en Buenos Aires reclamaron por la violenta usurpación de nuestras Islas Malvinas. El usurpador es una “figurita repetida” en invasiones a distintos países de todo el mundo. 

Aparentemente, cuando alguien pretende para sí mismo un nivel de vida superior al que podría alcanzar con su trabajo, acaba recurriendo al robo para satisfacer sus ansias. Para lograr lo que su ambición le pide, debe prepararse para obtener resultados favorables en las situaciones violentas que van a surgir por causa de sus asaltos. El ambicioso asaltante comienza atacando a los vecinos más cercanos, con resultados diversos. Después asalta a los que no están debidamente preparados y va haciéndose más eficiente en su mala costumbre. Con el tiempo, se hace un hábito la apropiación de propiedades ajenas y parece que llega a convencerse de que hace lo correcto. 

El quichuista santiagueño llama átoj al zorro, animal famoso por su picardía y hábitos de ladrón, asaltante de animales débiles a los que ataca cuando están desprevenidos. Un predador más audaz y peligroso es el puma, uno de los grandes felinos americanos. Más fuerte y peligroso que el puma es el uturuncu o uturungu, el leopardo americano llamado “tigre” por los criollos no quichuistas y yaguareté por los guaraníes. En quichua santiagueño llamamos tinti a la langosta del campo, el insecto que en otros países llaman saltamontes. Ese animalito hace pequeños daños en los campos y bosques, pero es notable el estrago que causa cuando ataca en multitud, especialmente en los campos sembrados. 

El ser humano es capaz de reunir en sí mismo características y costumbres similares a las de algunos animales. Ckaris y huarmis (hombres y mujeres) pueden ser tan laboriosos como las abejas o las hormigas, tan pacíficos como la sacha cabra (cabra del monte) o como el hualu (tortuga), pero el humano también puede ser tan dañino como los animales predadores, más aún cuando son belicosos y fuertes como el uturungu. 

Desde tiempos ñaupas (antiguos) hubo grupos, tribus, pueblos y naciones con el hábito de atacar a otros, cayendo sobre ellos como manga de langostas, con la picardía del zorro y la bravura del puma. Si el atacado no reaccionaba con la fuerza suficiente, era doblegado enseguida. Si el atacado reaccionaba, se generaba una guerra. 

Hace más de cinco siglos, nuestro continente fue atacado por pueblos del continente europeo, surgiendo colonias europeas que llevaban toda clase de recursos a las metrópolis, más allá del Océano Atlántico. Hay relatos de barcos que se hundieron durante la travesía, por la carga excesiva de bienes sustraídos. También surgieron peleas entre los asaltantes por la posesión de territorios ajenos y la explotación de sus recursos. 

Esos pueblos europeos ya se habían enfrentado a pueblos asiáticos y africanos, por las invasiones desde y hacia Europa. La experiencia y preparación bélica de los invasores permitieron vencer en las luchas con los pueblos americanos. Al ver que sus navíos podían cruzar el océano, no conformes con el asalto a todo un continente, atacaron y subyugaron pueblos alrededor del planeta.  

Es justo recordar que además de la explotación de recursos ajenos, también movilizaban a los aventureros la expansión de su religión y el afán de conocimiento científico, actividades pacíficas que no deberían acompañarse con el uso de las armas.  

Tres siglos después de la invasión y mientras en Europa se peleaban entre ellos, comenzaron en América las guerras por la independencia, algunas de ellas alentadas por países europeos, pícaros como el zorro, procurando lograr como resultado un cambio de amo en vez de la independencia. Conscientes de sus limitaciones, algunos países americanos debieron negociar con europeos para sostener la declarada independencia, pues era necesario el reconocimiento europeo para ser verdaderamente un país. 

Cuando en Enero de 1833, los ingleses invadieron las Islas Malvinas, expulsando a los argentinos que la habitaban, lo hicieron sabiendo que gran parte de las instalaciones habían sido destruidas semanas antes por los nuevos colonialistas de América del Norte, y que el nuevo país argentino estaba convulsionado y sin posibilidades de reaccionar militarmente.  

Comenzó en ese tiempo un largo período de reclamos argentinos, recurriendo a organismos internacionales dominados por países colonialistas. Después de la guerra europea llamada Primera Guerra Mundial y de la segunda gran guerra generada en Europa y llamada Segunda Guerra Mundial, para protegerse ellos mismos, los principales países belicosos del hemisferio norte crearon la llamada Organización de las Naciones Unidas, sostenida materialmente por países de todo el mundo, colonizados y colonizadores. 

En 1965, fue creado en el seno de las Naciones Unidas el Comité de Descolonización, cuya finalidad estaría definida por su nombre. Al menos para la Argentina, ni el comité ni los reclamos de casi ciento cincuenta años dieron ningún resultado respecto al territorio nuestro colonizado por los ingleses. 

El 2 de Abril de 1982, tropas argentinas recuperaron las Malvinas y demás islas ubicadas en la plataforma continental de nuestro país. Fue ese un día de gloria para el pueblo argentino, que celebró la operación ejecutada por nuestros soldados sin causar ninguna baja entre los invasores. El fallecido de esa memorable jornada fue el Capitán de Fragata Pedro Edgardo Giachino, nacido en la provincia de Mendoza. 

En otro momento consideraremos la reacción del lejano país invasor y sus cómplices. El 2 de Abril es día de recordación de la Gesta de Malvinas, acción de nuestros heroicos soldados que interrumpieron el dominio del colonialismo sobre territorio argentino, acción en la que se procuró no dañar a los extranjeros habitantes de nuestro suelo, ni a sus bienes.  

Los argentinos no reclamamos el cambio de ciudadanía de los ingleses que habitan ese territorio nuestro; lo que queremos es que se descolonicen las islas y vuelvan al seno del país al que pertenecen, como dice la chacarera Hay una herida que sangra: “Porque son nuestras ¡Ahijuna! Aunque otros lo contradigan”.           

30 de Marzo de 2.021.

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