Por Crístian Ramón Verduc
28/09/2021
"Si habré bebido estrellas que a mi vaso bajaban..."

Dice Pablo Raúl Trullenque en la Chacarera del patio. Es hermoso estar en el patio durante una noche estrellada. Si uno tiene un vaso con algún líquido, seguramente algunas estrellas se reflejarán en el contenido del vaso, creando la bella ilusión que describe Trullenque. 

Se viene el tiempo de los días largos y calurosos, con sus noches cálidas que invitan a reunirse en el patio para compartir una conversación, una guitarreada, o simplemente observar el cielo, contar estrellas, hallar parecidos en la forma de cada nube, calcular el tiempo en que una nube chocará a la Luna, o sentir que el aire refresca nuestros pensamientos. 

Hay patios de toda laya: Están los patios de tierra, los que tienen un piso de ladrillos, baldosas, mosaicos o, cemento alisado. Unos patios tienen un gran árbol en el medio, o varios árboles en derredor, algunos patios están cubiertos por una parra o glicinas u otras enredaderas que han crecido en un encatrado de madera o de alambres gruesos sostenidos por columnas, otros patios tienen por techo el cielo.  

En las noches de amigos, los patios suelen estar bien iluminados para facilitar todo lo que se vaya a hacer, pero en las noches de meditación, el patio va a estar iluminado por la Luna, las estrellas o el reflejo de luces cercanas. 
Hay patios muy populares, como el Patio del Indio Froilán, donde esperamos pronto vuelvan las grandes reuniones cancioneras, el Patio de la Sachaguitarra en la casa de Elpidio Herrera, que normalmente se llena de gente para cada aniversario del instrumento creado por Elpidio; por ahora, solamente está El patio de los encuentros, programa de radio que sale al aire por la emisora de frecuencia modulada a cargo de los hijos de Elpidio.  

En el patio de la escuela de Puesto del Medio, departamento Capital, hace varios años, Don Sixto Palavecino y Felipe Corpos ideaban el nombre para el trío Los Fogoneros, que brilló en los escenarios durante unos buenos años. Más aquí en el tiempo, eran memorables los bailes en el patio de campo del programa televisivo Nockayshpa Sapicuna, que se transmitía desde Pampa del Infierno, provincia del Chaco; actualmente se hace desde el departamento Copo, en la provincia de Santiago del Estero, con el mismo entusiasmo de antes. En Facebook tenemos un punto de encuentro en el Patio Santiagueño, del periodista Alfredo Peláez.  

En Suncho Corral, ciudad quichuista fundada el 25 de Septiembre de 1853 junto a la margen izquierda del Río Salado, está el Patio de la Luna. Es un patio con historia y con un aljibe. La palabra aljibe tiene origen árabe y se utiliza para nombrar al depósito de agua potable, generalmente captada de las lluvias. El aljibe criollo suele tener el aspecto de un pozo con brocal, que se carga con agua de lluvia recogida de los techos mediante un sistema de canaletas y caños gruesos.  

Muchos pueblos de nuestra provincia tienen agua potable todo el año gracias al sistema de recolección de agua de lluvia de los grandes locales escolares construidos entre los años de la década de 1940 y comienzos de los años ’50. Hay casas de campo que tienen su propio aljibe con un lindo brocal, un vistoso arco que sostiene la roldana por donde pasa la soga que sostiene al balde con que se levanta agua. La boca del brocal suele tener una tapa metálica de dos semicírculos unidos por una bisagra. Esa tapa evita la caída de hojas y de tierra hacia el agua. Todos los aljibes reciben su limpieza y mantenimiento periódico para que el agua sea potable. 

Cuenta Jorge Juan que Don Ayud Saad había adquirido una propiedad sobre la calle principal de Suncho Corral, la calle 25 de Mayo. La casa había sido construida por Luciano Loto en 1906 y tenía la forma de una letra L. La casa tenía su aljibe para la provisión de agua a la familia.  

En la década de 1950, un hijo de Don Ayud había observado que Quilla, la Luna, estaba en la superficie del agua del aljibe y eso lo fascinaba. Don Ayud había prometido entonces al niño que le escondería la Luna en el aljibe para que pudiese verla cerca en ciertas ocasiones. La casona de la familia Saad era un punto de referencia para vecinos y visitantes; además, los vecinos comentaban la cariñosa idea del dueño de casa para alimentar la fantasía de su hijo. Solían decir: “Quillat Robertópaj huackaychaporancu” (Le guardaron la Luna para Roberto). 

En 1977, Jorge Juan compró la casa con la idea de concretar un sueño de larga data: El Patio de la Luna. María Ester Elean, una vecina, le cedió el gallinero. Poco a poco fue haciendo crecer el sueño. La propiedad ahora tiene acceso por la calle Mitre y la calle 25 de Mayo. Tiene locales comerciales, hay veredas anchas. El sueño es que El Patio de la Luna sea un espacio cultural donde se puedan dar conferencias, charlas, manifestaciones artísticas varias, todo en zona céntrica de una ciudad tradicional y quichuista. 

Un changuito soñó con tener la Luna y la tuvo. Otro changuito suncheño soñó tener El Patio de la Luna y lo está concretando. Dicen que soñar no cuesta nada y tienen razón. Lo que requiere esfuerzo y dedicación es la realización de tales sueños. Algunas cosas se concretan en poco tiempo y otras necesitan un lapso más prolongado para la maduración y concreción del proyecto. 

En nuestra provincia hay gente que tiene proyectos que al realizarse son beneficiosos para la comunidad. Muchas de esas ideas surgen en un patio, como quien conversar o como quien pensar mientras se observa las figuras que parece tener la Luna, la forma de cada constelación, o el brillo de cada estrella. La contemplación de las manifestaciones naturales son inspiradoras. La noche y el amanecer suelen ser momentos ideales para moldear ideas. Después Inti, el Sol, nos da la energía necesaria para poner manos a la obra. Son ciclos cotidianos y es necesario acompañarlos, para no perder la posibilidad de generar nuestros propios sueños y llevarlos a los hechos, para bien de todos. 

28 de Septiembre de 2.021.
 

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