Por Crístian Ramón Verduc
01/02/2022
Hay muchos lugares con nombre quichua y es bueno que se conserven así.

Páaj Puncu (Puerta de Quebracho) está en el departamento Salavina; también hay un lugar con ese nombre en el departamento Avellaneda. En ambos departamentos también hay sendos lugares llamados Páaj Atun (Quebracho Grande); y así, hay varios lugares con la palabra páaj incluida en su nombre.  

Páaj es el quebracho, árbol sudamericano que tiene una de las maderas más duras, lo que da origen a su nombre castellano, por ser su tronco capaz de quebrar un hacha. Páaj es el participio activo del verbo páay (volar) y significa volante, que vuela. Las semillas del quebracho se esparcen gracias a una membrana que las rodea, lo que las hace planear hacia el suelo, volando a gran distancia si corre viento.  

Desde tiempos antiguos, el ser humano ha observado el vuelo de las aves y de los quirópteros. En algún momento, ha deseado poder volar como ellos y ha comenzado a intentarlo. En distintas culturas, hay relatos sobre seres alados. La mitología griega cuenta del vuelo de Dédalo con su hijo Ícaro. En distintos pueblos del mundo hubo intentos por volar, hasta que por fin en Francia ocurrió el primer vuelo de un globo que se elevaba por aire caliente, llevando a dos hombres; ello sucedió en 1783. 

El ser humano siguió firme en su deseo de volar, cada vez más alto, cada vez más lejos, cada vez durante más tiempo, y cada vez de la manera más sencilla o económica. Todos esos objetivos los ha venido logrando de un modo u otro, y continúa con sus pruebas exitosas y no tanto, pero siempre buscando despegar del suelo, lograr el objetivo y luego aterrizar con total seguridad. 

Santiago del Estero tuvo y tiene gente muy capacitada en las actividades aéreas. Dejando momentáneamente de lado a ckaris y huarmis (hombres y mujeres) notables de nuestra provincia por sus logros aeronáuticos, recordamos a Mateo Boix, piloto de avión que logró una insuperable marca a nivel mundial en acrobacia aérea, formador de nuevos pilotos a los que alentaba para sentirse parte del cielo y hacer en él lo que quisieran, dentro de las posibilidades de la aeronave.  

Además de piloto, Don Mateo Boix era un enamorado de las cosas de la tierra, gustaba de la música folclórica e investigaba posibles sistemas de irrigación anteriores a los españoles en el departamento Silípica. 

Uno de los alumnos de Mateo Boix fue el bandeño Daniel Manfredi, capaz de volar cualquier máquina aérea, acróbata del aire y sub campeón argentino de paracaidismo. Además, gustaba del folclore y tocaba muy bien el bombo. 
Volamos hasta la provincia de Buenos Aires para recordar a un precursor de la actividad aérea con proyección internacional, Don Augusto Cicaré, nacido el 25 de mayo de 1937 en Polvaredas, partido de Saladillo, provincia de Buenos Aires. Desde niño se sintió atraído por la mecánica y puso en “los fierros” su imaginación e inventiva, logrando a los 11 años de edad construir un motor para hacer funcionar un lavarropas. En ese mismo tiempo convirtió a gas un auto que funcionaba a nafta. También fabricaba herramientas para el taller de su tío. 

A los 14 años de edad, diseñó y construyó un motor muy sencillo para un torno del taller. A los 15 años de edad construyó un motor para una motocicleta grande, lo vendió y con ese dinero comenzó a trabajar sobre lo que era su sueño: Un helicóptero. Llegó a concretar su anhelo a los 21 años de edad, cuando construyó un helicóptero con los elementos que conseguía en su taller agrícola. Él mismo voló su máquina aérea.  

Cicaré no paró más con sus inventos, diseños y construcción de helicópteros, primero con la colaboración de vecinos de Polvaredas y después con el apoyo de la Fuerza Aérea Argentina. Montó su fábrica en Saladillo, con empleados muy bien capacitados para la delicada tarea y continuó diseñando helicópteros para distintos usos, los que tuvieron gran aceptación en los medios aeronáuticos internacionales.  

A pedido de Juan Manuel Fangio, campeón mundial de automovilismo, Cicaré diseñó un motor para automóviles. También diseñó componentes para motores de automóviles, convirtió motores a nafta para funcionar con gasoil, otros de gasoil a gas, y muchos otros aportes a la industria automotriz. Representó a nuestro país en exposiciones internacionales.  

Estos logros de un científico autodidacta que siempre quiso trabajar desde la ciudad de Saladillo, recibieron numerosos reconocimientos oficiales y particulares. En 1997 fue nombrado Ingeniero Honorario por el Consejo Profesional de la Ingeniería Aeronáutica y Espacial. En 1999 fue declarado Ciudadano Ilustre de Saladillo. En la ciudad de Saladillo, una rotonda de acceso y una avenida tienen el nombre de Augusto Ulderico Cicaré. 

El pasado Miércoles 26 de Enero, Don Augusto Cicaré tomó un imaginario helicóptero monoplaza, juntó sus anhelos y gratas memorias, y remontó vuelo hacia la eternidad a los 84 años de edad. No llevaba nada más consigo, pues sus enormes logros los dejó como un legado para Saladillo, para la provincia de Buenos Aires y para toda la Argentina.   

01 de Febrero de 2.022.

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