Por Crístian Ramón Verduc
22/02/2022
Ayer ha sido Día Internacional de la Lengua Materna.

Desde el año dos mil, en prácticamente todo el mundo se observa esta celebración cada 21 de Febrero. Es una iniciativa de la República Popular de Bangladesh, país asiático que está entre la India y Birmania.  

La población de Bangladesh, país que existe a partir de una violenta guerra que en 1971 logró su emancipación de Pakistán, tiene como lengua materna al idioma bengalí. El Movimiento por la Lengua Bengalí de 1952 es el antecedente más fuerte para la guerra de liberación de Bangladesh. El nuevo país presentó ante la Conferencia General de la UNESCO la iniciativa para la creación del Día de la Lengua Materna y fue aprobada en 1999. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), tiene como objetivo contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones. Entre otras actividades, este organismo de las Naciones Unidas trabaja para preservar las diferencias de culturas e idiomas, fomentando así la tolerancia y el respeto de los demás. 

La finalidad del Día Internacional de la Lengua Materna es la de promover la diversidad lingüística, constantemente amenazada por la globalización que fomentan algunos miembros de las Naciones Unidas, pretendiendo imponer la uniformidad cultural en todo el mundo. Entre esa uniformidad cultural está incluida la imposición de un idioma global. Este año, la celebración desde la UNESCO consistió en proponer al mundo que el uso de la tecnología no sea motivo para la destrucción de las lenguas maternas, sino que sea un instrumento para la preservación y difusión de las lenguas regionales, promoviendo el plurilingüismo.  

Un día en el año en que alguien procure recordar a la población que ella misma debe respetar y preservar su lengua materna, no es suficiente contra todo un año de indiferencia o complicidad con la globalización, pero no deja de ser una señal de que quienes obramos a favor de una lengua comarcana o un idioma originario no estamos tan solos como parece. 

En cada comunidad todos hablamos, pero algunas voces son más escuchadas que otras, ya sea por el modo de expresarse de cada uno, por el volumen o el tono que pueda imprimir cada uno a su voz, por la credibilidad de sus afirmaciones, por el respaldo del poder político económico que esté recibiendo quien habla, o por el uso de la tecnología y otros sistemas para llegar a convencer a una gran cantidad de gente. 

En lo que suele llamarse Hispanoamérica, la conquista española impuso su habla como lengua general en los territorios colonizados. En muchos de esos territorios, otras lenguas generales se habían impuesto antes sobre los idiomas originarios. Los centros urbanos fueron los más “extranjerizados”, mientras que las tradiciones regionales y el habla materna se conservó en los pagos alejados de las ciudades y en las periferias de las mismas. 

En Santiago del Estero hubo un proceso similar al descripto, dando como resultado el bilingüismo por el cual convivían el castellano y el quichua. En la segunda mitad del Siglo XIX, desde Buenos Aires se impuso la moda de reemplazar algunas palabras del castellano por palabras francesas. 

Las transmisiones por radio comenzaron en el Siglo XX. Poco a poco fue llegando el servicio de la radiofonía a los lugares más alejados de los centros urbanos. La radio es una herramienta muy importante para hacer escuchar ciertas voces por una gran cantidad de gente. Una vez popularizada la radio e instalado un receptor en casi todos los hogares del país, poco a poco comenzaron a “gotear” palabras inglesas en cada casa; también se imponía en nombres de lugares y de casas comerciales. Las voces que sonaban fuerte decían a la población que todo lo que venía de afuera era bueno, que traería progreso y bienestar. 

Primero Ashpap ‘rimaynin y diez años después el Alero Quichua Santiagueño, fueron voces quichuas que sonaron por la radio de nuestra provincia, llegando incluso un poco más allá, a través de un cielo con pocas ondas de radio aún. En ese tiempo también llegó a nuestra provincia la televisión, un medio de difusión que atrapó aún más a una gran parte de la población, reafirmando la idea de que lo foráneo es mejor que lo nuestro. 

Hoy por hoy, con instrumentos tecnológicos puestos al alcance de la mayor parte de la población, se refuerza más la idea de que las manifestaciones culturales extranjeras son mejores que las nuestras, especialmente si son expresadas en el idioma del país que desde 1806 quiso invadir militarmente al territorio hoy argentino, logrando en 1833 instalar una base suya en territorio insular nuestro, haciendo suya la explotación de recursos que pertenecen a nuestro país. 
Se van a cumplir cuarenta años desde la desagradable sorpresa que tuvo el invasor al ser desplazado y después golpeado varias veces por los soldados argentinos que interrumpieron por un tiempo la ocupación del enemigo en las Islas Malvinas. Con la colaboración del mismo imperio que le había ayudado en 1833, el enemigo de Argentina tomó nuevamente por la fuerza el territorio que no le pertenece e inició un plan de venganza que consiste en la total destrucción de este pueblo que se atrevió a derrotarlo dos veces en el Siglo XIX y una vez en el Siglo XX. 

Con algunos operadores argentinos pagados y muchos gratuitos, el imperio enemigo está firme en su campaña para no dejar piedra sobre piedra de lo que otrora fuera un país económicamente fuerte y culturalmente firme. 

La condena a quienes los enfrentaron tiene que abarcar una cantidad de generaciones que están establecidas en las tradiciones del enemigo. Van logrando la destrucción cultural paso a paso, pues ya está impuesto en una gran cantidad de nuestros compatriotas que lo que viene de afuera es lo mejor, especialmente si suena como el idioma del enemigo. Ya que no logra ser igual al enemigo, mucha gente “nuestra” procura parecerse.  

La tecnología nos brinda herramientas que podemos usar para fortalecernos o para debilitarnos. Deberíamos dejar de tomar el cuchillo por el filo y tomarlo por la empuñadura. En cuanto a las lenguas, hoy ya tenemos que luchar tanto por el quichua como por el castellano. Debemos estar atentos ante los operadores, pagados o no, que están entre nosotros.    

Se puede saber un idioma extranjero, sin que por ello ese idioma desplace a los idiomas regionales mediante maniobras de los grupos que ejercen poder sobre las masas populares. No importa si somos poca gente luchando por lo nuestro. La perseverancia puede motivar a nuestra gente a volver las caras y trabajar por lo nuestro.     

22 de Febrero de 2.022.

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