Por Crístian Ramón Verduc
29/03/2022
Cáusay es vivir.

Podemos conjugar y decir, por ejemplo: Nocka causani, ckam causanqui, pay causan (Yo vivo, tú vives, él vive); causarani, causaranqui, causara (viví, viviste, vivió); causásaj, causanqui, causancka (viviré, vivirás, vivirá). Cáusay es también sustantivo, traducible como vida, el hecho de vivir.  

La chacarera Cáusay, de Rubén Palavecino, nos invita a vivir, a que la vida continúe a pesar de las muertes: “No te mueras con los muertos, dejalos que ellos se ausenten. Has de confiar en la vida, que es más fuerte que la muerte.” 
Dicen que la gente se muere por desgaste; que con los años, los órganos y sistemas del cuerpo empiezan a fallar, se deterioran y producen el deterioro de otros, hasta que comienzan a detenerse y finalmente se detienen todos.  

Hay quienes previenen contra la sobre exigencia en algunos de los órganos, aparatos y sistemas como, por ejemplo, el aparato digestivo, el aparato respiratorio y el sistema nervioso. También previenen contra la atrofia causada por el sedentarismo. Es decir que uno mismo, queriendo o sin querer, podría acelerar el envejecimiento de su organismo, ya sea por excesos o por falta de uso. 

También se puede morir por causas externas, al recibir una herida o impacto causado por diversos objetos, y habría también el deterioro interno provocado desde afuera, como lo hacen los virus, por ejemplo. Dicen que uno no percibe cuando un virus entra en el organismo. También dicen que el virus podría entrar y salir sin molestar, o podría quedarse a vivir sin manifestarse, pero también podría hacer un desastre una vez que se ha instalado y fortalecido en el interior del organismo. Lo mejor que uno puede hacer para evitar contagiarse o caer víctima de los virus es fortalecer las defensas naturales, o por lo menos no debilitarlas con acciones equivocadas. 

El cuerpo humano debe ser tratado de modo que pueda crecer, hacer los aprendizajes correspondientes, reproducirse, tener el necesario intercambio con la sociedad, en el que produce bienes materiales o inmateriales y recibe satisfacciones materiales o espirituales. Finalmente, los componentes de ese cuerpo humano irán deteniéndose por vejez, por desgaste, hasta que la vida de ese cuerpo llegará a su fin en paz, sin mayores sobresaltos. 

A medida que el individuo crece, su horizonte va ampliándose y los objetivos a lograr en su vida pueden ser de distinta magnitud, incluso hasta trascender la vida de esa persona. Hay quienes luchan solos para alcanzar sus objetivos, pero lo habitual y coherente es el trabajo en equipo.  

Cuando una persona trabaja con ahínco en una tarea para la que se ha capacitado, o va capacitándose a medida que cumple con lo suyo, puede llegar a rendir el doble o el triple de lo que haría alguien que no tiene esa capacidad de trabajo. Si se unen dos personas calificadas para el trabajo y obran de manera coordinada, pueden lograr un rendimiento igual al de varias individualidades, pero si falta coordinación entre los componentes de ese par de operarios, el rendimiento va a ser inferior al de una persona sola. Si es un grupo numeroso y con claridad de objetivos a seguir, sus componentes pueden llegar al rendimiento de una multitud, pero si es un grupo de gente sin coordinación entre sus participantes, pueden arruinar los planes y dar como resultado un desastre.  

La falta de coordinación en un grupo humano hace bajar las defensas y permite la entrada de virus. En nuestra sociedad existen desde hace décadas, personas que se unen a grupos que tienen finalidades nobles, una vez afianzados dentro del grupo comienzan a torcer el rumbo que estaba trazado e imponer sus propios objetivos. Esos virus humanos hacen suyas las mejores causas y las desnaturalizan, logrando como resultado el deterioro del emprendimiento. 

Cuando en un grupo humano entra un virus, se frena el posible crecimiento y se acerca un final no deseado, impidiendo que el proyecto crezca, perdure en el tiempo y sea cada vez mejor que sí mismo.  

Nuestro Alero Quichua Santiagueño, nació hace más de cincuenta y dos años, tuvo un crecimiento óptimo, llegando a superar el objetivo inicial que era el de hacer un programa de radio en quichua. Surgieron las presentaciones de canto quichua y tradicional a beneficio de instituciones de bien público, la enseñanza del quichua, la creación de filiales y la grabación de discos con un contenido acorde con los objetivos del Alero Quichua. 

El virus del exitismo apareció pronto, intentando torcer el rumbo del emprendimiento quichuista hacia algo más “popular”, que fuese más aceptado por las mayorías. La férrea defensa por parte de los iniciadores del proyecto impidió tal desnaturalización. El fallecimiento de Felipe Corpos hizo mella en “las defensas” del Alero Quichua; el alejamiento y muerte de Don Vicente Salto también. Más adelante, con el ritmo de crecimiento un poco frenado, hubo vaivenes entre los intentos de desnaturalización y las defensas tendientes a mantener el rumbo y la fortaleza del proyecto. 

Disputas internas por “la paternidad de la criatura” causaron un gran retroceso, percibido principalmente por quienes de verdad siguen al Alero Quichua y se interesan por el idioma y las expresiones tradicionales santiagueñas. 
Los objetivos del Alero Quichua Santiagueño están claramente sintetizados en el cantar de Don Sixto Palavecino: Quichuizar al mundo, y en sus palabras iniciales del último disco en que participó: “Los invito a seguir la huella”. Esa huella ha sido trazada claramente en las primeras cinco grabaciones. 

Hoy, nuevamente estamos con riesgo de ingreso de un virus destructor, que intenta usar nuestro programa nativista para los fines de emprendimientos extraños al quichua y a las tradiciones santiagueñas. El virus canta loas a Don Sixto, mientras procura destruir y borrar la huella por él marcada en su intento por quichuizar al mundo. 
Acuychis, llamcaychis (Vamos, trabajemos), vamos a fortalecer y apuntalar nuestro querido Alero Quichua Santiagueño con más quichua, con más revalorización de nuestras tradiciones.  

29 de Marzo de 2.022.
 

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