Por Crístian Ramón Verduc
05/02/2008


“...Todo bicho que camina, va a parar al asador”, dice una estrofa del Martín Fierro, poniendo en evidencia la capacidad del gaucho para arreglarse con lo que consigue, sin pretensiones. Es ley de la Naturaleza que unos organismos se alimenten de otros. A esta actividad alimenticia podemos describirla de manera simple: las plantas se alimentan de la tierra, los animales se alimentan de las plantas y la tierra se alimenta de los deshechos de animales y plantas. Si esto fuese tan simple, habría una decadencia por gasto de energía, pero ahí aparece el sol como proveedor indispensable para la fotosíntesis vegetal, base para la renovación constante de la vida. Hay otros factores importantes, pero la luz y energía vital del Inti son los más notables en la vida de nuestro planeta. Esto ha sido observado por diversas culturas de todo el mundo, lo que ha causado la aparición de cultos al sol. Los pueblos de nuestro continente también han visto al sol como fuente de vida, lo que ha originado prácticas religiosas que luego serían vistas como herejías por los religiosos conquistadores europeos, quienes ya habían superado o modernizado el culto a los astros celestiales.

            Desde un punto de vista práctico y despojado de misticismo, podemos afirmar que la estrella de nuestro sistema planetario, el Sol, es determinante para la calidad de vida en la Tierra, aunque el poderío solar se hará notar según las acciones humanas. Si tomamos sol cuando él está a menos de 45 grados sobre el horizonte, recibiremos importantes beneficios de sus rayos. Si nuestra piel se expone en exceso al sol alto, corremos riesgos. Si los rayos solares llegan al follaje de las plantas, éstas absorberán su energía y la transformarán en células vegetales que sirven de alimento, y a la vez producirán oxígeno. Si los rayos del sol impactan directamente en un suelo pelado o en las áridas superficies artificiales (edificios, pisos de hormigón, rutas, etc.), parte de la energía será devuelta al espacio y gran parte de ella calentará la atmósfera. Cuanto más débil sea la atmósfera, más riesgosos serán los rayos del sol para la Tierra y sus habitantes.

            En cierto momento de la historia, a los humanos se nos ha dado por dejar nuestra casita construída a la sombra de un árbol, y la hemos construído más alta que los montes, pegada a la del vecino, formando el conjunto de techos y calles desiertos artificiales. Además, con fuego y explosiones hemos debilitado a la atmósfera. El progreso, necesario para el bienestar humano, ha hecho retroceder al monte, ha provocado una retracción de la vida. Antiguas creencias advierten sobre el fuego que vendrá del cielo. El calentamiento global por la atmósfera enflaquecida, nos hace pensar que tal vez los antiguos tenían razón. Hay prójimos que se alegran por que así, el espectáculo de un glaciar al romperse ocurrirá más a menudo, generando ganancias económicas abundantes... ¡La pucha con el Hombre! 

05 de Febrero de 2.008.

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