Por Crístian Ramón Verduc
12/12/2023
"Mi pueblo es un cantor que canta la chacarera"

Tantas veces había escuchado cantar esa afirmación, y tantas veces la había cuestionado. Incluso había escuchado cantar: “Santiago es un cantor que canta la chacarera”.

Ante su reticencia para aceptar lo que dice esa chacarera, no faltó quien le dijera: “La letra de Entre a mi pago sin golpear, es de Pablo Raúl Trullenque, un poeta muy certero a la hora de afirmar algo; Trullenque era un gran observador y un gran letrista del folclore".

Por ahí, alguna vez, para evitar discusiones, aceptó que la melodía estaba linda y le dijeron que esa música es de Carlos Carabajal. Entonces, el muchacho cuestionaba: “Sí, la música es linda, veo que la cantan y la bailan con entusiasmo, pero no adhiero para nada a su letra, por más que sean lindos versos”.

Cuando le preguntaban por qué no estaba de acuerdo, respondía: “No me disgusta la chacarera, pero no creo que el sentimiento que dicen que despierta sea tan así. He crecido escuchado otras músicas; en mi barrio, en las fiestas, por radio, en la televisión, por todas partes, lo que menos he oído es chacarera. No la siento parte de mi vida. En todo caso, para que no se enojen: La chacarera es una pequeñísima parte de mi vida, al igual que el folclore en general”.

El muchacho crecía en la ciudad de Santiago del Estero; de vez en cuando iba con sus padres o sus tíos a visitar parientes en el campo, en el lugar de donde habían venido sus abuelos maternos. Otras veces iban al paraje de donde eran sus ascendientes paternos. Le disgustaba el viaje esquivando los baches de la ruta; después, el traqueteo del vehículo en los precarios caminos con tierra suelta en el suelo y en el aire, hasta llegar a la casa en que sus parientes vivían.

Sus familiares “del campo” no vivían mal, pero no había las facilidades que encontraba en la ciudad y eso le hacía ver lo valioso que es el acceder a un chorro de agua con sólo girar un grifo, en vez de estar bombeando o baldeando para obtener un balde con agua ligeramente turbia. Había visto a sus familiares campesinos, pasar del mechero a la luz eléctrica, de la radio a pilas al televisor, de la heladera a querosén a la nueva, eléctrica. Ahora tenían teléfono, con poca señal pero mal que mal, cada uno con su celularcito.

Lo que seguía molestando en su pensamiento, era el estado de las rutas y caminos. No olvidaba las peripecias que pasaron sus mayores cuando necesitaron ir de urgencia por una atención médica en la ciudad. Solía decir que la gente del campo sufría más que la de la ciudad y que eso era una descripción más que suficiente.

Su “enemistad” con el tema que muestra a nuestro pueblo como cantor de chacareras, se afirmaba cada vez que iba al campo, donde se suponía que se había originado lo que llamamos música folclórica. Allá, en esos pagos lejanos, sí se escuchaba algo de folclore, pero al igual que en la ciudad, durante los “segmentos folclóricos” de las radios o eventualmente en algún momento de los bailes del pueblo cercano; pero cantores, había uno que otro vecino, todos “viejos” que cantaban añorando tiempos de antes, divorciados de la realidad actual.

No aceptaba el escuchar que esos “viejos de antes” le estuviesen cantando al paisano que llegaba o se iba de a caballo, si ahora lo que anda en los caminos es la motocicleta, en la que los changos se desplazan con gran ruido mientras van escuchando la música de moda, gracias al celular y a los audífonos. “¿Mi pueblo canta la chacarera? No creo”, solía decir.

Un día, su familia armó viaje a Buenos Aires, porque uno de sus primos celebraba aniversario de casamiento. Ese primo era mayor que él y allá se había casado con una dama de otra provincia, y contaban que los había unido el amor de ambos por la chacarera. ¡Qué extraño!

Los días previos a la fiesta, conociendo la ciudad de Buenos Aires y alrededores, le habían resultado maravillosos; había visto y le habían comentado que allá, salvo por la inseguridad y las grandes distancias, sería mil veces mejor para vivir que en el pago de uno. Muchos, al igual que su primo, habían ido a trabajar en Buenos Aires y se habían quedado por el resto de sus vidas.

La fiesta estuvo linda, a no ser por el detalle de la música: Las grabaciones y los invitados cantores, todos hacían escuchar todo el tiempo chacareras, gatos, zambas, escondidos; incluso hubo alguna vidala. Con gran sorpresa, observó que en ciertos momentos, algunos lagrimeaban entre música y conversaciones. Después del opíparo almuerzo criollo, algunas parejas comenzaron a bailar chacareras simples y dobles, también gatos, zambas, escondidos y algunas danzas “de antes”. Aquello no parecía una fiesta familiar, sino un encuentro de bailarines.

Para colmo, después se pusieron a cantar todos, haciendo coro a los cantores, cuando cantaron Zamba para mi Luna, Chacarera del chilalo, La otumpeña. Algunos comenzaron a llorar cantando Entre a mi pago sin golpear. La había aprendido para poder cuestionarla, así que, ya que estaba, se unió al canto y comenzó a sentir la letra como algo verdadero. Enseguida, uno de los cantores hizo un largo recitado que, en una parte, decía: “Los mudos la tararean”.

Después del recitado, entre un fuerte batir de palmas, todos comenzaron a cantar: “Cuando salí de Santiago todo el camino lloré…” y se sorprendió al escucharse unido al canto, mientras por su rostro rodaban unas lágrimas de felicidad.     

12 de Diciembre de 2023.
 

Compartir
Comentarios
Amigos del Alero
Programas que difunden la Cultura de Santiago del Estero desde Radio Nacional...
Emisoras que Transmiten
Alero Quichua
  • Radio Norteña, AM 1520
    Grand Bourg (Provincia de Buenos Aires)
    Domingos de 11 a 13 horas
    Director: José Barraza
Alero Quichua Santiagueño
La audición radial se caracteriza por su espontaneidad, no se elabora un libreto en razón de que el programa se hace en vivo con la participación del público que se hace presente en el Salón Auditorium.
Seguinos
Puede visitarnos en los siguientes Redes:
Copyright © 2006 - 2024 todos los derechos reservados.